Durante las últimas semanas hemos calzado las cepas, arado y sembrado. Todo ello con nuestras herramientas y el mejor compañero posible, el caballo bretón Bru.
La recuperación de esta forma de trabajar es algo más que una conexión espiritual entre el hombre, el animal la planta y la tierra.
Desde un punto de vista práctico y vitícola trabajar con la ayuda del caballo nos permite entre otras cosas:
– No compactar la tierra. El suelo permanece esponjoso y hay más vida (insectos, hongos, bacterias, gusanos…) y las raíces de las cepas se desarrollan mejor.
– Las cubiertas vegetales crecen con más fuerza y hacen de descompactadoras de la tierra y dan materia orgánica al suelo que es necesaria para una buena fertilidad.
– Respetar al máximo las cepas pues en caso de error el animal nunca las rompería y un tractor sí.
– Evitar al máximo las emisiones de CO2.
Además, de la parte romántica de volver a los orígenes de la agricultura animal; esto nos permite caminar entre las viñas, contemplar las cepas, y admirarlas.
De momento trabajamos las viñas del Mas, Clos del Serral y La Plana con el objetivo de poder ampliar esta práctica a más hectáreas en un futuro próximo.
Ahora producimos unos vinos de calidad, de carácter único y con una personalidad propia.
Os invitamos a formar parte de un recorrido apasionante, entretenido, lleno de curiosidades, aventuras y momentos especiales que hoy protagoniza a 21 generación y que sueña con una denominación de origen: Conca del Riu Anoia.
¿Te animas a compartir con nosotros este viaje? Prometemos no defraudarte en el recorrido.
¡Bienvenidos!